La gravedad del hecho hace necesario un análisis que intente abarcar las implicancias profundas del mismo, evitando quedarnos en la superficie y en los intentos de reducirlo y acotarlo.
Las aberraciones de hoy y las de ayer.
Cinco efectivos de la Armada Nacional interceptaron a un joven haitiano, lo llevaron dentro de un destacamento militar y abusaron de él. Además, filmaron el abuso con un celular y lo mostraron como una hazaña.
La respuesta del gobierno fue inmediata al conocerse el hecho. Se iniciaron las investigaciones, se anunció que se presentará la denuncia penal para que actúe la Justicia y que también tomará cartas la Justicia Militar.
El presidente de la República, José Mujica, en una carta dirigida a su par haitiano, pidió disculpas y calificó el abuso de los militares como «inconducta criminal y bochornosa». El Ministro de Defensa Nacional, Eleuterio Fernández Huidobro, dijo que era un hecho «aberrante» y agregó que las «investigaciones serán exhaustivas e irán hasta el hueso». El comandante de la Armada, Alberto Caramés, afirmó que «no va a permitir maltratos, infamias, deshonras bajo ningún concepto», adelantó que se actuará en «forma severa, rigurosa y ejemplarizante» y anunció el relevo del jefe del contingente uruguayo por ser el último responsable del accionar de sus subordinados.
La respuesta del gobierno, los mandos militares y de todos los partidos políticos es absolutamente justa y no cabe otra posición que respaldarla. Pero ocurre que la conducta de estos cinco militares en Haití no se puede analizar como un hecho aislado y además, esta firmeza con los hechos de hoy refleja una suerte de esquizofrenia en el discurso y en la actitud con hechos iguales o más graves del pasado protagonizados también por militares.
¿Se debe ir hasta el hueso ahora y antes no? ¿Es más grave el hecho de hoy que las violaciones a los DDHH del pasado contra su propio pueblo? ¿La conducta criminal de hoy no guarda relación alguna con que estén impunes las conductas igualmente criminales del pasado? ¿En qué modelo se están educando los militares de hoy? ¿Qué influencia tienen los mensajes que reciben cuando oficiales retirados y en actividad defienden a los violadores de DDHH?
Aquí en Uruguay hubo cientos de militares que secuestraron, torturaron, violaron y asesinaron; lo hicieron sistemática y masivamente durante más de diez años y están impunes. No solamente están impunes sino que desde los centros de retirados militares, desde la derecha política, incluso desde sectores del gobierno y de los medios de comunicación, se repite una y otra vez que así deben quedar.
Recientemente ocho generales en actividad fueron a visitar y expresar su solidaridad con el coronel ® Tranquilino Machado, asesino confeso de Ramón Peré, procesado por la Justicia. Más recientemente en el Día del Retirado Militar, el presidente del Círculo Militar, coronel ® Jorge Puente, en un discurso de neto corte fascista y reivindicatorio de la represión, denunció un delirante «plan marxista internacional» para «destruir a las FFAA», implementado por el «Foro de San Pablo» utilizando «la ideología de Antonio Gramsci». Puente dijo que las FFFA estaban siendo «agredidas desde el Estado» y calificó a los violadores de DDHH, procesados por la Justicia en el marco de juicios con todas las garantías, como «presos políticos». El mismo Puente se había reunido días antes con el Ministro de Defensa Nacional, Eleuterio Fernández Huidobro, y al salir declaró que «hay intencionalidad política en los juicios contra los militares» y que «en noviembre deben prescribir las causas», dijo también que «con el ministro estamos en sintonía».
La impunidad de los peores delitos de la historia del Uruguay y de sus responsables, la reivindicación, también impune, de los mismos por oficiales retirados y en actividad son mensajes que objetivamente favorecen la repetición de esas conductas «aberrantes» en el presente.
La impunidad es un veneno para toda la sociedad y dentro de la sociedad también para las Fuerzas Armadas, por eso debe ser condenada antes, ahora y siempre; con firmeza y sin fisuras.
Los mensajes éticos (más bien anti éticos) de la impunidad están inscriptos en la conducta criminal de estos cinco marinos que imitando a los yanquis (otro modelo no cuestionado ni condenado) en Abu Graib, violan, se divierten violando y se filman para lucirse.
Haití y los «cascos azules».
Este abuso aberrante obviamente no involucra a ningún efectivo más que los que participaron en él, sin embargo, es un dato más que abona el cuestionamiento a la participación de soldados uruguayos en misiones supuestamente de mantenimiento de paz, que terminan siendo de ocupación, represión y humillación de los pueblos supuestamente asistidos.No es el único caso de abuso y violación a los DDHH denunciado en Haití, hay muchos.
Haití fue el primer país latinoamericano en independizarse, en 1804. Pero antes, en 1794, fue el primer país en abolir la esclavitud. La revolución de esclavos libertos haitiana, encabezada por Toussaint Louverture, enfrentó a Napoleón que quería reimplantar la esclavitud y lo derrotó. Toussaint Louverture estableció además en Haití la escuela laica, gratuita y obligatoria. ¿Qué llevó a que ese faro de libertad de los siglos XVIII y XIX mutara hacia este infierno en los siglos XX y XXI? Los intereses de las potencias imperialistas.
Haití enfrentó invasiones de Francia y Gran Bretaña, las que derrotó heroicamente, pero apenas comenzado el siglo XX sufrió en carne propia a EEUU. El gran vecino del norte ocupó Haití entre 1915 y 1935, luego se retiró formalmente, pero dejó como ejército de ocupación a la salvaje dictadura de los Douvallier.
EEUU usó Haití como plataforma de agresión hacia todo el Caribe, para impedir otra Cuba y además extrajo todo lo que se podía extraer de Haití. Después de los yanquis y Douvallier el 80% de la población haitiana vive en la pobreza y más del 60% es analfabeta. EEUU volvió a ocupar Haití en 1991 en el golpe contra Aristide, en 1994 para reponer a Aristide y en forma encubierta en 2004, apoyando las bandas mercenarias que invadieron desde República Dominicana y que profundizaron el caos.
La Minustah fue creada por la ONU con el objetivo de estabilizar el país, defender los DDHH y evitar la presencia unilateral de EEUU y también de Francia. Lo que ocurrió en la realidades que se sustituyó una presencia militar por otra, pero el pueblo haitiano sigue sufriendo, además de la miseria y la marginación más absoluta agravada por la tragedia del reciente terremoto, una ocupación militar extranjera.
La Minustah no ha pacificado ni estabilizado nada. Como bien dice el PIT-CNT, la ayuda que necesita Haití es más bien de «médicos, maestros y albañiles». Se necesita terminar con el negocio de las mafias, de las élites corruptas y represoras y garantizar la libertad, la democracia y una vida digna para su sufrido y heroico pueblo.
El PCU, otros sectores y legisladores del FA, como Guillermo Chifflet y el general Víctor Licandro, junto con el PIT-CNT, se han opuesto siempre a la presencia militar en Haití y en particular a la participación uruguaya en la Minustah. Desde que el gobierno de Batlle la implementó y luego en los dos gobiernos del propio FA.
No hay ninguna razón para que se mantenga. El presidente Mujica ha dicho que «sería peligrosa la retirada hoy» y dejó entrever que la Minustah evitaría una presencia más protagónica de EEUU. La acción inconsulta de EEUU enviando miles de soldados, muchos más que los de la Minustah, y navíos de guerra a Haití durante el terremoto muestran que ese freno es por lo menos relativo.
En todo caso, lo que corresponde es exigir, como país y como región, que se respete la soberanía de Haití y dar la solidaridad que su pueblo se merece y necesita; que no es, eso está claro, militares armados a guerra, más violencia, más represión, y mucho menos, más abusos y violaciones a los DDHH.
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