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  • » La intolerable violencia contra las mujeres - Editorial El Popular N° 166

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En Uruguay, en 2011, cada 9 días se mató o intentó matar una mujer por violencia doméstica.
En los primeros 9 meses del año, se recibieron 11.597 denuncias por violencia doméstica, 43 denuncias por día, una cada 34 minutos.
Para decirlo más claro: cada media hora una mujer uruguaya es agredida.
La violencia doméstica es el delito más frecuente en nuestro país después del hurto y muy encima de la rapiña y el copamiento.
Estos datos surgen de una reciente publicación del Observatorio Nacional sobre Violencia y Criminalidad en Uruguay del Ministerio del Interior.
El estudio también revela datos sobre quienes son los agresores y en que marco se dan las agresiones. El 69% de los homicidios de mujeres es por causa de violencia doméstica, mientras que el 5%
es por hurtos o rapiñas.
En el 52% de los homicidios de mujeres el causante es su pareja o su ex pareja y el 52% de los homicidios fueron cometidos en la casa de la víctima.
Las cifras, y la realidad que muestran, impactan, conmueven, pero no alcanza: deben movilizarnos a todas y fundamentalmente, a todos.
Muestran una faceta, hasta hace muy poco oculta, sórdida, intolerable, de nuestra sociedad.
En realidad solo son la punta del iceberg, el Ministerio del Interior ahora y las organizaciones de mujeres desde siempre, señalan que estas cifras se quedan cortas, que la realidad es aún peor.
Muchas mujeres víctimas de violencia ni siquiera denuncian la situación, por temor, por desesperanza, porque no tienen salida, porque no sienten respaldo ni apoyo, porque se sienten solas contra una realidad que no saben como afrontar y menos aún cambiar.
Incluso muchas denuncias se clasifican al recibirse como otra cosa y no se las incluye dentro de la violencia doméstica.

Intolerable. No concebimos dos maneras de pararse ante esta realidad. Solo cabe la condena a esta conducta contra las mujeres y el compromiso para ponerle fin. No hay país de primera con estos niveles de violencia. No hay sociedad solidaria o proyecto transformador que pueda convivir con este nivel de agresión contra las mujeres.
¿Es una situación nueva? Por supuesto que no. La lucha de las organizaciones de mujeres y la voluntad política del Estado, fundamentalmente con los gobiernos del FA, pero no solamente, ha
permitido que se explicite, que se haga visible.
Es un paso. Poner fin a la violencia contra las mujeres implica en primer lugar quitarla de lo privado, de lo oculto, sacar la agresión y con ello a los agresores de la oscuridad, lo que les garantizó durante años y en gran medida, les sigue garantizando hoy, impunidad.
Que las mujeres denuncian cada vez más, lo muestran las estadísticas. En 2005, año en que comienzan los registros, fueron 5.037 las denuncias, en 2011, como ya se ha dicho van 11.597. Eso más que hablar de crecimiento de casos muestra que más mujeres se animan a denunciar, encuentran donde y rompen el círculo de la agresión y el miedo.
Esto responde a las campañas públicas hablando de la violencia contra la mujer, difundiendo los derechos, al trabajo de las organizaciones de mujeres, apoyando y acompañando a las víctimas.
También a lo que se ha hecho desde el Estado con 13 servicios especializados en violencia doméstica instalados en el país del MIDES; con el plan de alternativas habitacionales junto con el Ministerio de Vivienda, que otorga garantía y subsidio de alquiler por dos años para las víctimas, que no tienen donde irse después de denunciar; con la creación de un refugio para que las víctimas se instalen en primera instancia y puedan quedar lejos del alcance del agresor; con el primer relevamiento que se realizará a nivel nacional para conocer, por primera vez, la dimensión real de la violencia contra la mujer; con la creación de ámbitos específicos tanto en el Ministerio del Interior como en el Poder Judicial.

La hipocresía. Todo eso está muy bien pero no alcanza. La violencia contra las mujeres es un problema de todos. Los agresores son parte de esta sociedad. Condenar su conducta, en todos los ámbitos, denunciarlos y evitar que queden impunes, apoyar y contener a las víctimas, es un deber de todos, nadie puede hacerse el distraído.
Ello exige terminar con la hipocresía, con el doble discurso, con el silencio cómplice. Exige cambios en la conducta y en la actitud, en el sentido común profundo de toda la sociedad. Incluidos los medios de comunicación. Es muy importante el compromiso de comunicadores sociales en las campañas contra la violencia hacia la mujer, hay que saludarlo. Pero este compromiso no se refleja en la cobertura de los medios y muestra que los dueños de estos están muy lejos de él. Hace pocos días se conoció una medición de los temas que trataron los informativos de televisión abierta en noviembre. A la cobertura de la muerte de una perrita por tres adolescentes se le dedicaron 3.207 segundos en los canales privados de TV abierta. En el mismo período los asesinatos de dos mujeres víctimas de violencia doméstica ocuparon solo 216 segundos.
Vemos todos los días crónicas policiales que hablan de “crimen pasional” cuando un hombre asesina a su compañera o que incluso llegan a hablar de cómo iba vestida o la conducta social de la mujer agredida o asesinada. Muchas veces esas notas reflejan además contenido que viene en los partes policiales.

Una fecha y su significación. Hoy, 25 de noviembre, es el “Día Internacional de la No violencia contra la mujer”. La fecha no es antojadiza. El 25 de noviembre de 1960, las hermanas Mirabal, Minerva, María Teresa y Patria, fueron asesinadas en República Dominicana por los servicios secretos del dictador Rafael Trujillo.
Las hermanas Mirabal eran militantes clandestinas contra la dictadura y fueron asesinadas a garrotazos y estrangulamiento y sus cuerpos arrojados a un abismo. El crimen se perpetró en una carretera desierta, las tres mujeres venían de visitar a sus esposos encarcelados por la dictadura. Patria, Minerva y María Teresa, usaban el nombre clandestino de “Mariposa”.
La fecha fue propuesta en 1981 por el primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, celebrado en Bogotá; posteriormente fue adoptado por la ONU.
La ex presidenta chilena Michelle Bachelet, secretaria ejecutiva de ONU-Mujer, dijo en su reciente visita a Uruguay: “La violencia contra las mujeres es la violación a los derechos humanos, más extendida en el mundo”. Es un concepto que impacta y subleva; tiene toda la razón.
Los que defendemos los derechos humanos, peleamos sin descanso contra la impunidad y contra los impunes, no podemos tolerar esta manifestación actual de impunidad y tampoco a estos impunes. Algunos dirán con razón, “aquellos barros trajeron estos lodos”. Pues luchamos contra aquellos barros y también contra estos lodos, con el mismo compromiso.
Las mujeres sufren muchas formas de violencia en esta sociedad, reciben menor salario por igual tarea, el movimiento sindical está peleando contra ello pero falta mucho camino por recorrer, son más golpeadas por la pobreza y el desempleo, tienen mayor dificultad para acceder a la vivienda.
La irresponsabilidad de hombres de todas las edades y condición social para la paternidad las deja muchas veces al frente del hogar con toda la responsabilidad y ningún apoyo.
El capitalismo las explota y agrede por partida doble o triple: por trabajadoras, por pobres y también por ser mujeres.
La lucha por enfrentar estas desigualdades es de todo el movimiento popular, de todo. Pero si eso es así, mucho más es enfrentar la violencia contra las mujeres.
Un proyecto de transformación, de cambios, un proyecto de izquierda, debe combatir sin tregua ni resquicio esta lacra social.
Este es un problema urgente y sus soluciones están muy lejos de los clichés, los discursitos fáciles o las propuestas demagógicas de la derecha. ¿Resuelve algo de esto la baja de la ley de imputabilidad? ¿Es acaso menos grave?
Enfrentar este verdadero drama social no es un asunto de mujeres, también es un asunto de hombres. De todos.
Llegue en este día a las mujeres uruguayas, víctimas de violencia y no, a las que se esfuerzan, sueñan y luchan, a las que crean, a las que construyen cada día, nuestra solidaridad, nuestro respeto, nuestro apoyo y nuestro compromiso: no están solas.

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