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El Popular - Editorial N° 193 - 3/8/2012
La República Bolivariana de Venezuela entró al MERCOSUR como miembro pleno. Se concretó de esta manera un largo proceso iniciado hace 7 años, trabajoso, complejo, enfrentado por EEUU y por la derecha continental en forma sistemática y desembozada.
El proceso de integración latinoamericano dio un gigantesco paso adelante y al hacerlo provocó un avance en el camino largo y difícil, pero imprescindible, de la conquista de la soberanía, la independencia y la liberación definitiva. De ese calado político y estratégico es este paso. La derecha lo tiene muy claro es necesario que la izquierda también lo asuma en toda su importancia.
Se ha dicho que con el ingreso de Venezuela el MERCOSUR se transforma en la quinta economía del mundo, que reúne más del 70% del PBI latinoamericano, que conforma un mercado de 270 millones de personas, que a la fortaleza que ya tenía en el terreno de la producción alimentaria le agrega el poderío igualmente estratégico de la
energía. Es cierto.
energía. Es cierto.
Se ha dicho que la economía venezolana altamente dependiente del petróleo necesita para su transformación productiva y un salto en calidad de la complementación de la industria y la producción de alimentos de los otros miembros del MERCOSUR. Es cierto.
Se ha dicho que Venezuela le aporta al MERCOSUR su condición de país con la principal reserva de petróleo del mundo, lo que sumado a que es la octava potencia en producción de gas natural, y que es uno de los principales proveedores de crudo de EEUU, le da al bloque regional un valor estratégico enorme. Es cierto.
Se ha dicho que los planes de construir 3 millones de viviendas y de transformar en productivas millones de hectáreas que aún no lo son de Venezuela, sumados a los planes de infraestructura de Brasil, vinculados al Mundial y a los Juegos Olímpicos, pero más aún al desarrollo de su industria, le dan al MERCOSUR y al continente un más que sólido asidero para enfrentar y superar los efectos de la crisis económica internacional. Es cierto.
Se ha dicho que el ingreso de Venezuela implica una derrota enorme para EEUU y su estrategia continental de aislarla, desgastarla y recuperar el control de sus recursos estratégicos, garantizado durante décadas por las élites corruptas que gobernaron alternándose la nación caribeña. Es cierto.
Se ha dicho que el MERCOSUR se fortalece como actor económico regional y mundial que está en mucho mejores condiciones, el bloque y cada uno de los países que lo conforman, para atraer inversiones y para negociar, individual y colectivamente, con los otros bloques, con los propios EEUU, con la Unión Europea y con China, Rusia, todo el espacio emergente del Pacífico y Asia y con Africa. Es cierto.
Pero todo eso, siendo lo importante que es, no es lo fundamental.
Lo fundamental es el valor que el ingreso de Venezuela tiene enmarcado en el fortalecimiento de la unidad latinoamericana imprescindible para sostener y profundizar el proceso de cambios iniciado con lo que el presidente de Ecuador, Rafael Correa, llamó “un cambio de época”.
El MERCOSUR, no sin dificultades, avanza en su transformación de un experimento neoliberal, nacido en la década infame de los 90 al servicio de un proyecto de sometimiento a las trasnacionales, de entrega de la soberanía, de renuncia a la política y sumisión al dios mercado hacia un proyecto integrador real, profundo, con vocación transformadora.
El ingreso de Venezuela también es una señal a EEUU y a la derecha continental de que no pueden hacer lo que se les antoje. Ahora, con gobiernos de izquierda y progresistas, los golpistas no salen en la foto, se quedan afuera. No es poca cosa para la historia atormentada de este continente.
Es falso el argumento de la derecha, repetido hasta el cansancio, acusando al MERCOSUR de tener una vocación de claustro, de encerrarse en sí mismo, de ponerse de espaldas al mundo y de coartar las posibilidades de relación comercial y de expansión productiva. Es exactamente al revés, el MERCOSUR fortaleciéndose, amplia esas posibilidades. El MERCOSUR tiene acuerdos con todos los países de América del Sur que no lo integran plenamente, también con la Comunidad Andina de Naciones, tiene un acuerdo con Cuba y también lo tiene con Israel. Con Europa no ha sido posible por la negativa del viejo continente a aceptar condiciones de mínima correspondencia. Lo mismo ha ocurrido con EEUU. Ahora se abren mejores perspectivas.
Pero además el argumento de la derecha es falso porque parte de una diferencia sustancial, concebir la integración solamente como una cuestión económica, y aún peor, en ese terreno solamente como un problema de la empresa privada en la que el Estado debe meterse lo menos posible.
He ahí la diferencia fundamental. He ahí la importancia clave del ingreso de Venezuela.
La integración es un proceso económico, político, cultural, institucional. La integración es un requisito clave para el desarrollo soberano de nuestros países. Nuestra identidad, nuestro futuro como país, están indisolublemente unidos a la suerte de nuestro continente. Aunque esto escandalice a la derecha.
Por eso hizo muy bien el presidente de la República José Mujica en plantear el valor estratégico de la unidad latinoamericana, como garantía de soberanía, para terminar con la deuda social histórica con las mayorías de nuestro continente postergadas y expoliadas por las potencias coloniales, por el imperialismo inglés y luego yanqui y por las oligarquías que ejercieron el poder durante 200 años. Aquello que dijo José Artigas de “los malos europeos y los peores americanos”.
También hizo bien Mujica en alertar que el proceso de integración será difícil porque se expresan en él diferentes intereses de clase y reconociendo la importancia de la participación de los empresarios para el desarrollo, reivindicó el papel de los Estados y sobre todo “de los trabajadores, de la pata popular de la integración, que tenemos que incluir en la mesa de decisiones del MERCOSUR”.
Por eso está bien destacar las posibilidades de negocios, la importancia de los acuerdos complementariedad productiva con Brasil, las perspectivas de exportaciones con Venezuela, la necesidad de avanzar en superar los diferendos con Argentina y el derecho de Uruguay de seguir explorando acuerdos con otros países.
Pero en este momento histórico y para dimensionar todo lo que implica y donde estamos, es bueno mirar hacia atrás y ver todo lo que cambió.
Por eso las fotos de tapa. En 1991 una derecha hegemónica, celebraba el festín neoliberal, todo estaba en venta, absolutamente todo. Carlos Menem festejaba las “relaciones carnales” con EEUU. Se decretaba el fin de la historia. La corrupción era el santo y seña dominante. Luego con otros actores, pero del mismo cuño, siguió la misma concepción, vino Wasmosy, Sanguinetti, luego Batlle y empezó la competencia por quién se quedaba con la sede del ALCA. Todo eso expresan en la foto de nacimiento del MERCOSUR, Fernando Collor de Melo, el general Andrés Rodríguez, yerno de Alfredo Stroessner y protagonista junto al también general Lino Oviedo del golpe que lo destronó para que todo siguiera como si nada, Carlos Saúl Menem y Luis Alberto Lacalle. El MERCOSUR concebido como un espacio de negocios, de negociación de intereses empresariales y privados, de repartirse el botín del desmantelamiento del Estado.
La foto de hoy, con Hugo Chávez, Dilma Rouseff, Cristina Fernández y José Mujica muestra todo lo que cambio. Todo lo que la lucha de nuestros pueblos y la unidad de la izquierda, en cada país y en el continente pudieron lograr.
Esto no puede ocultar las dificultades y mucho menos todo lo que falta, que es muchísimo. Pero hay que saber ver y valorar los avances.
Vale mirar las dos fotos y comparar, las diferencias son muchas más que 4.
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