Este editorial se escribe con dolor, con tristeza y también con compromiso y con solidaridad. Ha muerto el compañero Hugo Chávez Frías, presidente de la República Bolivariana de Venezuela.
No buscamos disimular esos sentimientos que nos embargan, muy por el contrario, es desde ellos, desde esa sensación de vacío y de pérdida, desde el dolor compartido con millones, desde nuestra condición humana conmovida, que se escriben estas líneas.
Chávez emergió a la vida política, al menos a la consideración internacional, con un intento por derrocar a un gobierno venezolano encabezado por Carlos Andrés Pérez, que había tenido una actitud solidaria con los pueblos que luchaban contra las dictaduras en América Latina e incluso con la Revolución Sandinista. Esa circunstancia y su condición de militar hicieron que esa irrupción generara anticuerpos en parte de la izquierda latinoamericana, incluida la nuestra, algunos perduran hasta hoy. Como siempre Chávez asumió su conducta y pagó el costo
por ella.
No podemos obviar esta parte de la historia, Chávez se merece que lo recordemos con honestidad intelectual y política. El error de algunos es haberse quedado cristalizados en ese episodio no valorar la evolución y el cambio posterior, e incluso, no asumir que la visión sobre la Venezuela de aquel entonces no integraba la realidad de un sistema que había mutado hacia la exclusión y la represión casi sin freno.
Chávez luego se integró de lleno a la vida política y se constituyó en una alternativa real y concreta a un sistema agotado que implosionó. Chávez transformó Venezuela y la hizo mejor para su gente. La inclusión social, la disminución radical de la pobreza, la educación y la salud para todos, los alimentos subsidiados, la nacionalización del petróleo, el comienzo de la reforma agraria, la integración de las mujeres, la inclusión de los indígenas. La democracia llevada a nuevas fronteras. La transformación de una institucionalidad carcomida por la corrupción, el clientelismo y el elitismo. La batalla contra el poder oligopólico en los medios de comunicación. Todo eso transformó a Chávez en protagonista excluyente de la política venezolana en estos últimos 20 años y lo hizo democráticamente, con enorme respaldo popular, refrendado más de 13 veces en las urnas. Chávez es el único presidente que pudo enfrentar un golpe de Estado y derrotarlo con el apoyo de su pueblo en 48 horas. Chávez fue un gran presidente para los venezolanos.
Pero no fue solo eso. Su victoria en 1998 fue un rayo de luz en un continente dominado por la nefasta onda neoliberal. Los líderes de aquel festival de corrupción y sometimiento a los yanquis y al FMI eran Menem, Collor de Mello, Fujimori, Lacalle, Bucaram. Esos eran los referentes de la derecha. Chávez y Venezuela fueron la primera señal del cambio de época, lo siguieron Lula, Kirchner, Correa, Evo, Tabaré y luego Dilma, Cristina, Ollanta, Lugo, Ortega, Mujica.
El cambio de era en el continente, el avance histórico de las fuerzas de izquierda y progresistas, no se puede explicar sin su aporte.
Chávez retomó las banderas históricas de los libertadores, de Bolívar, de Artigas, de Miranda, de Sandino, de Martí y las trajo al siglo XXI.
Colocó con perseverancia y pasión la necesidad de terminar la tarea inconclusa y deuda histórica: la independencia real de nuestro continente. Tienen su sello la UNASUR, la CELAC primera instancia continental sin EEUU, el Consejo de Defensa de Sudamérica, Telesur, Petrocaribe, el ALBA.
Pero además le agregó un componente central y estratégico: el antimperialismo. Denunció y enfrentó a los yanquis sin renunciamientos. Expresión de eso fue su posición de inquebrantable solidaridad con Cuba. Su batalla primero casi en solitario y luego con un conjunto amplio de pueblos y gobiernos, entre ellos el nuestro, para matar ese intento de sumisión continental que era el ALCA.
Como si todo esto fuera poco, no sólo recogió lo mejor de nuestra historia, sino que se esforzó por colocar en la agenda continental un problema esencial: puso nuevamente la revolución en el orden del día. Chávez habló y trabajó para generar una alternativa al capitalismo y esa es una tarea urgente para toda la Humanidad. Pensar, construir y trabajar para hacer realidad esta alternativa.
Por eso lo odian los yanquis y las oligarquías criollas. Por eso lo queremos y lo defendemos quienes luchamos por un mundo distinto. Por supuesto que no era perfecto, por supuesto que cometió errores, por supuesto que tenía un estilo y una impronta personal polémicos que tiñeron todas sus acciones. Los que quieran pueden quedarse soñando con la revolución y el dirigente perfecto. Los que combatimos todos los días por transformar la realidad y sabemos que los procesos revolucionarios y sus protagonistas son moldeados por esa lucha y por sus circunstancias políticas, sociales, culturales e históricas concretas, queremos ver más allá y valorar en su justa dimensión el inmenso aporte del compañero Hugo Chávez.
En Venezuela el gran desafío es asegurar la continuidad de la Revolución Bolivariana y sus conquistas, enfrentando a las maniobras del imperialismo y la reacción, con democracia, con paz, con más participación popular. Para eso, desde nuestro humilde punto de vista, hay un solo requisito indispensable: la unidad de todos los revolucionarios venezolanos. Y la mejor manera de honrar a Chávez y de ser solidarios con su pueblo es decirlo y trabajar para ayudar a que se mantenga y se fortalezca. No será fácil cubrir el vacío de un liderazgo tan fuerte y tan legitimado, solo lo puede hacer la labor colectiva, un liderazgo nuevo que hay que construir, es imprescindible hacerlo.
Pero hoy, con el corazón en la mano, nos quedamos con la frase de una mujer venezolana, muy humilde, que con los ojos bañados de lágrimas dijo a un asombrado periodista de una cadena internacional: «Lo quiero y lo lloro porque nos devolvió la dignidad. Chávez puso la revolución en la calle, mírela, ¿la ve?». Si querida compañera, la vemos.
Al compañero Hugo Chávez, al luchador, al revolucionario y a su pueblo, toda nuestra solidaridad. No los callarán, no estarán solos porque su revolución también es la nuestra.
Marx, nuestro maestro, recogió e hizo suya la frase de Terencio: Nada de lo Humano me es Ajeno
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Chávez: un revolucionario
Nada de lo Humano me es AjenoF°
3/07/2013
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