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El Popular N° 208  - Editorial 16/11/2012

El Popular 208

Recordar, debatir y entender a la principal crisis de la sociedad uruguaya en los últimos 50 años es central para entender mejor el presente, y sobre todo, para asumir a plenitud la construcción de un futuro distinto.

La derecha acepta a regañadientes debatir sobre el 2002, sobre cómo se llegó a la crisis, qué procesos económicos, políticos, sociales, culturales nos condujeron a ella, qué decisiones se tomaron y sobre todo, claro está, quiénes las tomaron.

En estos meses desde la prensa y desde algún que otro distinguido foro empresarial se ha planteado la tesis oficial de la derecha que tiene tres componentes básicos: la crisis fue provocada desde el exterior, fue esencialmente bancaria y
financiera, toda la sociedad fue perjudicada por igual. Es una tesis muy conveniente, diluye las responsabilidades, minimiza su dimensión y encima disimula sus consecuencias.

Esa tesis es falsa. No fue eso lo que ocurrió y no fueron esas las razones.

Por eso es tan importante el coloquio organizado por el PIT-CNT el martes en el Banco Central del Uruguay.

El debate

El coloquio del PIT-CNT fue trascendente por varias razones. Primero porque tiene una dimensión simbólica muy importante: es la primera vez que la central obrera organiza un debate en el Banco Central del Uruguay, y nada menos que sobre la crisis de 2002, que tuvo en el sistema financiero un componente central, no el único, como veremos. Es signo de los cambios que el BCU reciba en su seno a los trabajadores y que allí se expresen visiones tan distintas a las que albergó en el 2002.

Segundo porque muestra una vez más al PIT-CNT como actor central de la realidad nacional, capaz de colocar ejes de debate, de generar espacios de reflexión y de construir propuestas con una mirada hacia toda la sociedad.

Tercero por la calidad lograda en la convocatoria. Participaron del coloquio el ministro de Economía y Finanzas, Fernando Lorenzo, el ministro de Desarrollo Social, Daniel Olesker; el presidente del Banco Central del Uruguay, Mario Bergara; el economista y catedrático, Jorge Notaro; la economista del Instituto Cuesta-Duarte, Alejandra Pico y el contador y analista económico Carlos Lupi.

Algunas conclusiones políticas

Es importante rescatar algunas claves políticas para asumirlas colectivamente. Fernando Lorenzo comenzó su exposición rechazando la tesis de la derecha de que todo lo bueno y lo malo viene de afuera. Para decirlo más claro, el discurso dominante que señala que la crisis de 2002 fue causada por la hecatombe de Argentina y la devaluación de Brasil y que la recuperación actual del Uruguay es fruto, solamente, de una coyuntura externa favorable.

La crisis de Uruguay no empezó en el 2002. Como bien se señaló en el coloquio Uruguay venía con recesión económica, es decir con caída de su PBI, desde 1998, cuatro años consecutivos. Acumulaba además más de dos décadas de políticas neoliberales, durante el gobierno de Luis Alberto Lacalle se privatizó todo lo que se pudo, se generó una apertura indiscriminada y unilateral de la economía, se desmanteló la producción industrial a niveles nunca vistos, se perdieron 100 mil puestos de trabajo, se desreguló el mercado laboral y se eliminaron los Consejos de Salario. Todo esto unido a crecientes niveles de déficit fiscal, aumento del endeudamiento en dólares y reducción al mínimo del papel del Estado, en regulación y en inversión pública. Era el Uruguay plaza financiera regional y de servicios. Era el tiempo del dios mercado y el fanatismo neoliberal, el delirio del fin de la historia, el reinado de los “Chicago Boy”, las relaciones carnales con EEUU.

Esas decisiones políticas, continuadas bajo el segundo gobierno de Sanguinetti y llevadas al extremo en el gobierno de Batlle dejaron al Uruguay con muy poca capacidad de respuesta ante los impactos negativos de la devaluación brasileña y de la crisis argentina.

La mejor demostración de la influencia de las decisiones políticas nacionales es que en el resto de los países de América Latina los efectos estuvieron muy lejos de ser tan dramáticos, es más, hubo países que hasta crecieron mientras Uruguay se hundía y Argentina veía desmoronar el sueño faraónico de Menem y Cavallo de ser un país del primer mundo.

Pero además en las decisiones en medio de la crisis hubieron errores y gruesos: hubo dos ajustes fiscales, se salvó a los bancos y se bajaron los salarios y las jubilaciones, se multiplicaron la pobreza y la indigencia, 100 mil uruguayos emigraron, se abandonaron las políticas sociales, se redujeron dramáticamente los recursos para educación y salud.

En el año 2002 se hundió un modelo de país, la crisis era del aparato productivo, de las relaciones sociales, de las ideas y también bancaria y financiera. Ese proyecto de país no es huérfano, es el modelo de país neoliberal, el de la derecha, el de las clases dominantes. Es cierto que hay iconos de esa crisis como los Rohm, los Peirano y el Grupo Moon. Pero no es menos cierto que ellos aprovecharon o fueron parte de un modelo que instrumentó y defendió la derecha y las clases dominantes: Lacalle, Sanguinetti, Batlle, De Posadas, Braga, Cambón, Davrieux, Zerbino, Bensión, la Cámara de Comercio, la Asociación de Bancos, la Asociación Rural, El País, Búsqueda, El Observador y un conjunto de analistas económicos y consultores, que ahora juegan al yo no fui.

Y también es cierto que el Uruguay salió de esa postración nacional y se puso de pie con el acceso al gobierno del Frente Amplio, con políticas distintas, que apuntaron a atender la emergencia social, a hacer confluir el crecimiento con la distribución del ingreso, a aumentar la presencia del Estado como regulador y como actor político y económico.

En ese marco político es imprescindible señalar el papel del movimiento popular y en particular de los trabajadores organizados y su lucha, tanto para enfrentar las peores consecuencias de la debacle como para generar una alternativa.

Estos elementos son claves para el presente y también para el futuro. El ministro Lorenzo lo dijo con todas las letras, estamos en otra situación, fruto de la acción del gobierno del Frente Amplio y de la lucha popular, para enfrentar los efectos externos negativos, pero no estamos inmunes a ellos. Entre otras cosas porque en el capitalismo sigue siendo plenamente vigente la ley del desarrollo desigual y combinado.

Por ello el único camino posible es la profundización de los cambios y como también dijo Lorenzo abordar los “cambios estructurales” que Uruguay necesita.

No hay atajos, ni camino del medio, la única perspectiva real para nuestro país es la profundización del proyecto de cambios, con más gobiernos del Frente Amplio y más lucha popular. El otro camino, el de la vuelta de la derecha, el de la restauración neoliberal, ya sabemos donde lleva. Alcanza con mirarnos a nosotros mismos hace 10 años o si no, mirar hacia Europa ahora mismo, en este instante.

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