El Popular 217
En editoriales pasados sostuvimos que la lucha contra la impunidad, contra la cultura de impunidad, contra el ejercicio del terror y del poder a través de la impunidad, es permanente, no cesa.

Hemos hablado y lo seguiremos haciendo sobre los argumentos jurídicos y políticos que cuestionan a la impunidad. La impunidad parte de un supuesto que demuele toda la estructura en la que se sustenta el Estado de Derecho: la igualdad ante la ley.

Esos argumentos y muchos otros seguirán siendo esgrimidos para buscar y encontrar las salidas políticas y jurídicas para impedir que la postura de cuatro magistrados de la Suprema Corte de Justicia que declararon inconstitucionales dos artículos de la Ley 18.831 cumpla la función que tiene:
asegurar la impunidad.


Habrá que seguir enfrentando la teoría de los dos demonios, de los dos bandos en conflicto. La teoría de los dos demonios, sostenida en todo el continente por la derecha y lamentablemente con variantes que se sostienen también desde sectores de la propia izquierda tiene cuatro falsedades básicas: a) miente sobre el inicio de la violencia, que fue desde el poder y desde el Estado; b) miente sobre el carácter de clase de la dictadura, que no fue militar solamente, fue de los círculos del gran capital financiero y la oligarquía industrial y ganadera que ganaron y mucho con el disciplinamiento social construido por el terror; c) miente sobre la dimensión de la represión, el objetivo fue todo el pueblo, todo el que pensara distinto y d) miente al ocultar el papel del imperialismo yanqui, de su plan continental de dominación, el papel de la Doctrina de Seguridad Nacional, las coordinaciones como la Operación Cóndor.

Pero hoy nos centraremos en otra dimensión, mucho más importante y profunda, la ética, la humana.

La impunidad permite la continuidad de las violaciones a los DDHH y su efecto en las víctimas en el tiempo. Perpetúa el objetivo de los torturadores, secuestradores, violadores, asesinos y desaparecedores, lo prolonga.

Una de los presupuestos sobre lo que se sustenta la impunidad es silenciar a las víctimas, ocultar sus denuncias, evitar la exposición pública. Lo hacen a través de muchos mecanismos, la negación de justicia, el silencio cómplice mantenido durante años de la mayoría de los medios de comunicación y el dolor de las víctimas. Denunciar duele, expone, reabre las heridas.

Por eso vale tanto dar testimonio, denunciar, decir la verdad, construir memoria histórica. La impunidad se basa en la mentira, en la falsificación histórica, no resiste la verdad.

Al anularse los efectos jurídicos de la Ley de Impunidad que hoy quieren ser restituidos por la derecha, los impunes y la mayoría de la Suprema Corte de Justicia, las víctimas empezaron a hablar de nuevo, a denunciar. Todas las denuncias son importantes. Nos llevó mucho tiempo como sociedad asumir el drama de los desaparecidos, luego recién se visibilizó los muertos de la represión y finalmente, se instaló públicamente el cuestionamiento a la principal modalidad represiva de la dictadura en Uruguay: la prisión prolongada y la tortura.

Una de las denuncias que más impactó y que colocó una dimensión de la represión que había permanecido oculta fue la que presentaron 28 ex presas políticas sobre agresiones sexuales. La denuncia muestra que las agresiones sexuales fueron una práctica sistemática y generalizada durante toda la dictadura y en todo el país.

Mirta Macedo fue una de las denunciantes que además hizo público su testimonio. Mirta murió el año pasado, sin haber logrado, a pesar del esfuerzo de denunciar, justicia.

Por eso hoy le volvemos a dar voz, que se escuché su voz y su denuncia.

Mirta era militante de la UJC y el PCU y fue detenida el 23 de octubre de 1975, en el marco de la Operación Morgan, Jorge “Pajarito” Silveira encabezaba el comando que la secuestró y participó de su tortura.

En una nota realizada por Florencia Pagola para “Sala de Redacción” de la Licenciatura de Ciencias de Comunicación de la UDELAR, Mirta dio su testimonio.
“Me llevaron sola a bañarme. Como yo no me sacaba la bombacha el hombre me dijo: ‘¿Dónde se ha visto que una persona se bañe con calzones?’ Cuando me la saqué el hombre me apretó contra la pared, me penetró, tuvo todas las relaciones del mundo. Esa misma persona, cuando llegaba a la guardia, pasaba por donde yo estaba, apenas me tocaba y yo ya sabía que era él, le tenía terror, pánico. Es más, los días que ellos no tenían guardia iban a violarnos, éramos como sus putas. Ese hombre siempre me violó mientras estuve en el 300 Carlos (Batallón 13 de Infantería). El tipo me agarraba y me llevaba al baño. Uno al principio tiene intento de defenderse pero ¿qué te vas a defender con las manos atadas? Me violaba día por medio, cada dos días. En el momento de las violaciones no te preguntaban nada, sólo te llevaban para tener relaciones. Ellos andaban calladitos y cada cual tenía su mujer. Yo, se ve que era la mujer de ese hombre porque él siempre venía a mí. Volví seis veces al 300 Carlos (Batallón 13 de Infantería) y todas las veces que fui me violaron. Y una vez entre seis o siete hombres, en condiciones macabras”.

En esta edición EL POPULAR, para aportar en su histórico compromiso de dar voz a la verdad, dialogó con Ivone Klinger, Antonia Yañez y Lucía Arzuaga, tres de las denunciantes. Antonia fue detenida en 1981, Ivone en 1982 y Lucía en 1983, aunque ya había sido detenida y torturada en 1974, con 15 años. Las tres militaban en la UJC, las tres también en el movimiento estudiantil.

En la entrevista dijeron cosas como las que siguen: “Ninguna se lo había contado a nadie, digo la parte del abuso sexual. Ni siquiera a nuestra madre, a todas nos pasó que salíamos y queríamos hablar y tu madre te decía: No hables de eso que te hace mal. No nos dejaron hablar, nadie nos quiso escuchar. Vos sentías que agredías al otro contándole. Hata el día de hoy siento que si cuento esa parte me van a mirar de una manera distinta”.

“Hay abusos sexuales en todas pero no en todas hay violación. Incluso hay disquisiciones judiciales estúpidas, si en vez de ser con el órgano sexual masculino fue con un palo o te metieron un bicho, legalmente no es violación”.

“Durante mucho tiempo no pudimos hablar porque no encontramos las palabras para decir lo que nos pasó. Y nos sigue costando encontrarlas”.

Ahora, con valentía y dignidad, las encontraron. El tiempo no puede jugar a favor de los violadores, tiene que servir de refugio a las víctimas.

La mayoría de la Suprema Corte de Justicia quiere volver a victimizar a Mirta, a Ivone, a Antonia, a Lucía. Les dice que llegaron tarde, que ahora su valentía y su coraje no valen. Que hay que dejar impunes a los que usando el poder del terror les hicieron los que les hicieron.

Pero eso no pasará, porque no nos vamos a rendir y no las vamos a dejar solas. A las compañeras que enfrentando su dolor y una vergüenza que no les pertenece denuncian, nuestra solidaridad, plena, sin cortapisas, total.

Seguiremos abriendo puertas para la verdad que tiene una fuerza arrolladora y que es imprescindible para tener un futuro distinto. Seguiremos abriendo caminos para la justicia. Solo reclamamos eso: verdad y justicia. Simplemente eso, pero ni un milímetro menos.

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