1º DE OCTUBRE DE 1966 – FUNDACIÓN DE LA CNT




C.N.T.

por Wladimir Turiansky


El 1º de Octubre de 1966 bien puede conmemorarse al mismo tiempo como culminación de una obra y como un decisivo impulso a otra.

En efecto, la formación de la Central única de los trabajadores uruguayos culmina un largo y trabajoso proceso de muchos años, desde los inicios de la sindicalización, en cuyo transcurso los trabajadores fueron acumulando experiencias, fueron “nacionalizando”, por así decir, las corrientes de pensamiento obrero provenientes de Europa y
traídas por inmigrantes corridos de sus países por el hambre o las persecuciones, fueron adquiriendo conciencia de clase, fueron confrontando ideologías, formas de lucha, estrategias, y fueron aprendiendo la importancia y la necesidad de la unidad.

En el camino hubo muchos intentos que, más allá de fracasos y frustraciones, generaron aproximaciones y posibilitaron formas de unidad de acción, aún parciales y puntuales, desarrollaron la solidaridad y fueron construyendo reivindicaciones y objetivos programáticos comunes.

Por eso el 1º de Octubre es una culminación que va mucho más allá del esfuerzo y la inteligencia de la generación de sindicalistas que en las décadas del 50 y 60 del siglo pasado abordaron la tarea de llevar a buen puerto la construcción de la unidad y fundaron la CNT. Trabajaron en tierra abonada a lo largo de muchos años de lucha obrera, más de una vez regada con la sangre generosa de hombres y mujeres integrantes de la clase de los asalariados. Y esto no rebaja ni un ápice el mérito de los fundadores de la CNT, los hombres y las mujeres de la generación de Cuesta y Duarte, del Pepe D’Elía, de Enrique Pastorino, de Héctor Rodríguez, de Gerardo Gatti. Supieron sintetizar la experiencia acumulada, supieron mirar hacia delante, y supieron buscar y encontrar, con generosidad, los consensos necesarios para culminar la obra.

También fue un gran impulso para avanzar hacia una etapa superior. Lo fue porque a la par de una construcción orgánica se construyó un programa. Y este programa tuvo la virtud de contener no solamente los objetivos del movimiento sindical, sino también los intereses y las aspiraciones del conjunto de sectores que componían junto a los trabajadores el pueblo, es decir, las grandes mayorías nacionales, confrontadas a los sectores dominantes enquistadas en el poder.

De esta manera, con el ejemplo de que la unidad era necesaria y era posible, de que con ese convencimiento no había obstáculos para encontrar formas orgánicas consensuadas y aceptables para todos, y que no bastaba, que tan necesario como la unidad y la organización acorde a ella, era imprescindible delinear un proyecto de país, un programa que permitiera sacarlo de la crisis económica y social y que a su vez representara los intereses de las grandes mayorías nacionales, ese 1º de Octubre representó un impulso decisivo ya no en el plano social, sino ahora en el plano político, de tal manera que poco después, el 5 de febrero de 1971 se concretaba la unidad de la izquierda uruguaya con la constitución del Frente Amplio.

Yo me permito transcribir al respecto algo escrito en 1998, porque pienso que en la actualidad, con el FA como la principal fuerza política nacional, hoy en el Gobierno, y con un PIT-CNT reconocido como la central única de los trabajadores uruguayos, interlocutor indiscutible en cualquier proyecto de cambios, ese texto adquiere plena validez:

“1) Si algo caracteriza este medio siglo de luchas sociales protagonizadas por el pueblo uruguayo, lo es la construcción de la unidad, así como la configuración de un programa y un estilo de organización. Dos vertientes ha tenido ese proceso: por un lado, la unidad en el plano social, con un eje, la unidad sindical de los trabajadores; por otro lado, la unidad en el plano político, con el Frente Amplio y la promisoria perspectiva abierta hoy por el Encuentro Progresista.

2) Este proceso de unidad se ha sustentado en la elaboración de un programa, que, enunciado como Programa de Soluciones a la Crisis en el Congreso del Pueblo realizado en 1965, fué definido como Programa nacional, popular y democrático, en la formulación que finalmente adquiriera en la hora del Frente Amplio en 1971, y que sigue teniendo ese contenido aún con las modificaciones y ajustes impuestos por las nuevas realidades del Uruguay y del mundo.

3) A la par de la construcción de la unidad y la elaboración programática, se fué profundizando el ejercicio de una auténtica democracia, que sólo lo es cuando descansa en la participación y el protagonismo de las masas. La práctica sindical, el desarrollo de las más diversas formas de organización social, comunal, cooperaria y cultural, y la experiencia política de los comités de base frenteamplistas, fueron generando un estilo al que los uruguayos no debemos renunciar.

4) Así como el programa puede hoy indistintamente asumirse tanto en el plano de la actividad social como en el plano de la actividad política, un día también habrán de confluir en un sólo cauce las dos vertientes, social y política, de la unidad. Cuando esto ocurra, viviremos un verdadero salto cualitativo, y las fuerzas del pueblo serán inmensas. Trabajar en esa perspectiva parece ser la mejor forma de prepararnos a recibir el siglo XXI.

4) Pero para que esa perspectiva sea tal, es vital cuidar lo ya construído, defender la unidad ya lograda, los avances programáticos ya alcanzados, el estilo de democracia participativa ya adquirido. Sólo así, podremos aspirar, razonablemente, a construir en este siglo que va a comenzar, esa patria solidaria que es consustancial al proyecto artiguista de país”.

Aquí podría concluir estas reflexiones. Sin embargo, no puede faltar alguna referencia a lo que nos quedó por hacer, a las tareas inconclusas que legamos a la generación que nos sucedió. Sobre todo porque este aniversario tiene el carácter además de homenaje a uno de los compañeros que contribuyó con su firmeza, con su claridad de pensamiento y su inteligencia a la construcción de la unidad, y que tanto énfasis puso siempre en remarcar esas insuficiencias. Me refiero a Enrique Pastorino. Otros compañeros se van a referir a él y al esbozo biográfico escrito por Daniel Mañana y que hoy se presenta, asi que yo me voy a referir a ellas. Son cuestiones que hacen al desarrollo y al fortalecimiento del movimiento sindical, de su central y de cada uno de los sindicatos. Lo azaroso de la vida de la CNT en el breve período que va desde su fundación en 1966 al golpe de estado de 1973, años en cuyo transcurso debió enfrentar medidas de seguridad, represión y persecuciones, y ello sumado a nuestras insuficiencias o incapacidad, no nos permitió resolverlas. Cito algunas:

- Hacer de la CNT una gran Central, no sólo por su influencia en la clase trabajadora y en el conjunto de la sociedad, sino por el desarrollo de su estructura, de sus comisiones de trabajo, de sus medios de comunicación, locativos, de colaboradores, de todo aquello de que carecía para cumplir plenamente los objetivos para los que fue creada. Habíamos pasado de la etapa de una Convención como organismo de coordinación, a una Convención como Central única, con programa, declaración de principios y estatuto, pero conservábamos los hábitos de funcionamiento de la etapa anterior, y mientras no los modificáramos, la tarea no habría finalizado.

- Terminar con la atomización del movimiento sindical, en el que coexistían grandes sindicatos representativos de una rama industrial o de servicios, de carácter nacional, con pequeños sindicatos de empresa, de fábrica o de comercio. Cerca de 200 sindicatos formaron parte de la CNT en sus inicios. Este problema preocupaba a todos, de tal modo que en el propio estatuto se incorporó un artículo estableciendo como objetivo de la Central trabajar hacia la constitución de Federaciones nacionales por rama de producción o de servicios.

- El estatuto de la CNT, fruto de una larga y trabajosa labor, tuvo la virtud de contemplar todas las opiniones y asegurar de esa manera un funcionamiento armónico de una central no común en el movimiento sindical internacional, en la medida que se integraron a la misma todas las corrientes de pensamiento que nutren ideológicamente a la clase trabajadora. Por eso ni fue tan exigente que resultara inaplicable, ni tan laxo que resultara inexistente, de manera que siendo flexible mantuviera no obstante la debida coherencia en el funcionamiento de la central y la relación de los sindicatos con ella. Estableció claras normas de funcionamiento democrático, participativo, de los sindicatos y de la central, funcionamiento democrático que debía incluir las garantías de un amplio debate, en los sindicatos y en la central, para la toma de decisiones, así como las normas que debían regir el cumplimiento de las resoluciones adoptadas. La vida nos enseñó que tal vez más esfuerzo que el que se requirió para alcanzar el necesario consenso que nos permitiera dotar a la central de un estatuto, lo era hacer carne de su necesidad en el conjunto del movimiento sindical, y que cada sindicato lo asumiera como propio.

Todas estas cuestiones estaban en el centro de las preocupaciones de Pastorino, empeñado en cambiar hábitos mentales que no nos permitían asumir muchas veces la idea de que habíamos constituido una central, con un programa y un estatuto, con los derechos y también las obligaciones que de ello emergían. Nos faltó tiempo para consolidar ese cambio.

Wladimir Turiansky

Wladimir Turiansky - Entrevista al ex dirigente sindical y diputado Comunista

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